PÉRDIDA



Dejé por tenerla , mis selvas, mi malgastada arboleda, mis perros despabilados, mis fundamentales años confinados hasta casi la estación final de la vida. Dejé un estremecimiento, dejé una convulsión, una fosforescencia de fuegos no extinguidos, dejé mi noche en los desconfiados ojos sangrantes del adiós. Dejé pichones apenados junto a un río, potrillos sobre el sol de la arena, dejé de oler el lago, dejé de verla. Dejé por tenerla, todo, todo lo que era mío. Deme entonces infortunada  existencia, a cambio de mis penas, tanto como abandoné por estar enamorado.

FERNANDO DI FILIPPO


 

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